lunes, 19 de diciembre de 2011

Escala técnica



Cuando vuelvo de Australia
mis padres van a recibirme al aeropuerto.
Cogemos el metro
(no recuerdo qué línea
pero su olor desde niño me traspone)
y paramos a comer en una tasca
(tapas frías a las cinco de la tarde).

De camino a la estación de Atocha
(no recuerdo en qué barrio)

mi madre estrangula una cigüeña

mi padre señala un pingüino

y yo, con mi barba de tres meses, solo pienso:

a los lobos de zoológico no les brilla el pelaje.

En resumidas cuentas: a la vuelta
me requisan las plumas del emú
y al llegar a Sevilla me percato:
el vino se ha picado en el viaje.

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